En pleno proceso del 25 aniversario de la "Dignidad de la Montaña" y a treinta años de la creación de COAGRET, cabe preguntarse por el pasado y el futuro que hacen frontera con un presente de complicada convivencia.
En una sociedad madura, el recuerdo necesita proyectarse hacia adelante en el tiempo e identificar hasta que punto es necesario nuevamente reclamar dignidad para la montaña y sus habitantes. Y todo ello, tal como sucedió a principio de siglo, extendiendo más allá del Pirineo esa exigencia.
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| Ayto. de Graus año 2000 |
Cuando se escuchan las manifestaciones de algunos representantes políticos que, de facto, lo son de las oligarquías que llevan ordenando las Españas desde la época del caciquismo del Conde de Romanones, entristece el ánimo comprobar el lento discurrir de la racionalidad por el paisaje español. Poco parecen haber cambiado ni en las exigencias de esa oligarquía ni en el discurso de sus políticos. es más, parece que por alguna maldición de la historia, existe una percepción colectiva que pudiera favorecer un estado corporativo del que sus propios defensores desconocen su alcance para mermar el bienestar colectivo.
Pese a toda la espectacularidad de la vida social y política que aturdiría la ética social menos exigente, es preciso, tan preciso como siempre, mantener vivos los ideales de un progreso humano a la medida de las personas. Y eso, que hoy, desde la actualidad del genocidio palestino se hace más sangrante, es necesario mantenerlo en relación a la gestión del agua. Un bien público, no lo olvidemos, que parece caminar hacia su consideración como objeto del mercado.
Lo cierto es que el paso del tiempo no ha eliminado ni el peligro del trasvase del Ebro fuera de su cuenca ni la explotación abusiva dentro de ella. Una cuenca que, por un concepto de progreso más que dudoso, corre serio peligro de convertirse en una zona de explotación intensiva de hidrógeno (mal llamado) verde, en una acumulación de centros de datos o en una acumulación de instalaciones de almacenamiento energético. Si a todo ello se añade que la sed infinita por el regadío sigue atacando a la agroindustria globalizada que domina el campo aragonés, el panorama es como para mantener vivos los movimientos ciudadanos que abogaban por una justicia hídrica y una sociedad en equilibrio con su entorno.
Por nuestra codicia lo mucho es poco; por nuestra necesidad lo poco es mucho
Francisco de Quevedo
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